viernes, 9 de febrero de 2018

Largo, ma non tanto. Del tiempo.

Por alguna razón que siempre se me escapará, decidí hace algún tiempo responder a la pregunta de mis hijos acerca de cuál es mi canción favorita, con "El concierto para dos violines de Bach". Se trata del BWV 1043. Pero más en concreto, el movimiento que lleva por título "Largo ma non tanto".

Lo has escuchado tantas veces... He hablado de él en tantas ocasiones sin decir ni una sola palabra de lo que hay en esa música... Escribo sobre este fragmento porque nunca he comentado realmente qué hay en él que lo hace tan especial, porque no lo sé, porque me gustaría entenderlo.

Se trata de un diálogo y un acompañamiento a la vez. Los dos violines se entretejen, se trata de un relato triste, nostálgico siempre, una definición exacta del transcurrir de las lágrimas que deja espacio para ensanchar alrededores. Esta pieza perdurará siempre en mi memoria difusa; no tengo ninguna imagen, ningún enigma asociados a ella. Pero siempre que la escucho me parece que la belleza y la tristeza se encuentran hermanadas, como el silencio y la escucha. Hay un clamor en el ligero avanzar y retroceder, en la repetición de lo indecible.

Con este Largo puedes avanzar tanto como retroceder, pero siempre hacia atrás. Es casi imposible escucharlo con los ojos abiertos, pues cualquier sensación te distrae de lo verdaderamente importante. ¿Qué es lo que se impone por encima de todo? La atención, sin duda. Bach compuso esta música exclusivamente para ser escuchada. En su mente no podía haber ni la más mínima intención de escribirla; se trata de un dictado pormenorizado de lo que se escapa una y otra vez, manteniéndose presente. Es la música más inaprensible que cabe escuchar. No habla de muerte, ni de lejanía, no dice una sola palabra de ausencia ni de pérdida. Pero en ella no hallarás algo más que el puro vacío de lo que echas de menos en toda su rotundidad, en su no estar más preciso. Sin duda necesitarás proveerte de unos auriculares para escucharla en su más íntima manifestación, casi silenciosa.

Paradójicamente, como la vida que mira al pasado: largo, ma non tanto.


8 comentarios:

Pablo Rodríguez dijo...

Óscar, las palabras de tu comentario me han invitado a escribir (teniendo la BWV 1043 como fondo).

Considero que Bach es en música lo que Sándor Márai es en literatura: la perfección absoluta.

Una referencia a la obra está aquí (de donde la estoy escuchando).

Se consideran los ocho mejores minutos de música. Quizá por eso sean inasibles.

De de entre las muchas cosas que no sé, se encuentra la música. Pero intuyo que esta sinfonía (si es que cabe llamarla así) no es cuestión de entenderla. Sólo disfrutarla y tomar parte en ella.

oscar pintado dijo...

Querido amigo Pablo,

Muchas gracias por tu comentario, me alegra enormemente que la entrada te haya dado para escuchar con calma ese movimiento sublime. Tomar parte en ella, dices: exactamente. Eso es lo único -y nada menos- que pide esta música, hecha exclusivamente para la individualidad del espectador.

Como si Bach tuviese una deuda con alguien a quien hubiese querido regalar una obra que, sin lugar a dudas, escapó de entre sus manos para entregarse a la cima del arte más estricto.

Hemos hablado en más de una ocasión de Sándor Márai. Procuraré no olvidar la comparación, por atrevida que me parezca a primera vista, que estableces con su literatura y la música de Bach. Como mínimo ya estoy cogiéndome "La mujer justa" o presto a releer "El último encuentro". ¿Cuál es la mejor novela que has leído de este autor?

Anónimo dijo...

Querido Óscar,

tengo que reconocer que Bach me parece la cumbre de la música, pero yo en eso de escuchar música soy bastante patán. Por ejemplo, la voz en la música clásica (y sus cantatas no son una excepción) me imposibilita escuchar cualquier sinfonía.

Apenas he escuchado música clásica, en eso soy un completo ignorante. Queda fuera de toda duda que he escuchado muchísima menos que tú. Se me escapa todo tu análisis. Sé que es cuestión de participar (de disfrutarla, dicho de otro modo), porque la música es su ejecución. No es mis sentimientos o sensaciones, la partitura o un sesudo análisis sobre la armonía de las notas. Dejarse llevar por la música es participar sin más, simplemente escucharla.

Sobre la ejecución, quizá la referencia más clara es un suceso de mi vida personal. Fue el preciso momento en que descubrí que la música no era lo mío. En casa de mis abuelos había un piano, que una prima mía me enseñó a tocar. Un día tuve que tocar ante un profesor de música amigo de la familia. La escena me quedó grabada para siempre en la memoria.

Con gran expectación le preguntaron al profesor:

—¿Qué tal la ejecución?

Perplejo y aguantando la ira, respondió:

—La ejecución quizá sea un poco fuerte. Pero no dudo de que se merece un par de tortas.

Ya en serio, hermano (más que comparo) a Márai y Bach por su maestría en el arte. De literatura, algo más he leído. Márai es la cumbre de la literatura. No por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. No le sobra ni le falta nada. Y eso que escribe en húngaro y leemos una traducción.

Su obra maestra creo que es «La mujer justa». De hecho, entre los lectores de Márai existen dos grupos: los que consideran que «La mujer justa» es su obra cumbre, y quienes no tienen ni la más remota idea de la vida. En serio, los hay quienes prefieren «El último encuentro». He llegado a pensar que se decide en una cuestión de carácter.

Pero no dejes de releer «El último encuentro». Luego puedes volver con «La mujer justa».

oscar pintado dijo...

Gracias, Pablo. En tal caso me voy de cabeza a por la mujer justa. Recuerdo haber leído tan sólo "Divorcio en Buda" y "El último encuentro" que, mucho me temo, hubiste de regalármelo tú.

No sé cómo llegó a mi estantería "La mujer justa", tal vez se lo regalé a Beatriz.

Gracias por todo. Un abrazo.

Pablo Rodríguez dijo...

No quiero ser presuntoso, querido amigo Óscar.

No sé (porque la memoria es como τὸ μὴ ὄν griego [el no-ser]) si «La mujer justa» incluso pudiese ser que os la hubiese regalado yo.

No por nada. Sería un pésimo amigo si no lo hubiese hecho.

Quede para la posteridad y mi pública vergüenza.

oscar pintado dijo...

...Pues yo creo que se la regalé a Beatriz por consejo de mis amigas de la librería que cerró, de mis amigas de Diálogo Libros: Rocío y María José. Pero el no ser del pasado no me da evidencias... Quede la duda a salvo para a su vez, salvar tu honor. Grande abrazo.

oscar pintado dijo...

Pablo: Abre un blog literario.

Pablo Rodríguez dijo...

Pues no se hable más. Es seguro que se lo has regalado tú, porque tienes un recuerdo concreto y yo tengo sólo una suposición.

Esperemos que el honor esté en otras cosas, porque el mío ha quedado a la altura del betún.

¿Escribir sobre literatura? ¿Yo? ¿Qué es eso de literatura?